La razón de ser de autoktonus es mostrar precisamente cosas autóctonas, originarias de la tierra. En este caso haré referencia a algo sin lo cual no puedo vivir: el chocolate.
Creo que mi vida sin chocolate sería otra cosa, no hay dieta ni penitencia que valga ante este delicioso manjar que se derrite conmigo; Helge lo sabe.
Y si el chocolate es venezolano, pues mucho mejor. Estoy convencida, tras numerosas idas y venidas a Chuao, que la mejor semilla es la de aquí y que ni siquiera el chocolate suizo (con perdón de mi amigo suizo Simón) se compara al que hacemos en casa.
Pero disolver en la boca un bombón venezolano relleno con parchita picante; jalea de mango y pasas; jalea de tamarindo y curry; guanábana y vinagre balsámico; confitura de limón, toronja y naranja; o ganache de Ron Macuro y macadamias, ¡no tiene igual!
Lo mejor del asunto es que tal delicadeza no se queda sólo en la imaginación. Un amigo, Alberto Fariñez, creo junto a la gente de Lapioli y al chef Carlos Aguirre de 360 estos suculentos manjares que se llaman Bombones Naturales Fariñez y que vienen en un empaque galante llamado Pasionaria, como la flor escogida por Carlos para este fin.
Mañana y el jueves en el I Congreso de Gastronomía de la Unimet, quienes se acerquen podrán adquirir estas piezas únicas que estarán a la venta allí y además en Lebasi, en la calle Andrés Pietro de Los Chorros.
Hoy sueño y deliro con estos chocolates. Mañana iré volando hasta allá ¡para derretirme con esos sabores que no se pueden probar en ninguna otra parte!
06 marzo 2007
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1 comentario:
hola muchisimas gracias por tus bellos comentarios aqui tienes la entrada para mi blog
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