Iba montada en una camionetica por Plaza Venezuela. El chofer se paró en el semáforo (donde no hay parada) a recoger gente. Como estaba pegada a la ventana, pude ver a una señora de la Misión Negra Hipólita acompañada por un tiesto full de basura, barriendo las inmundicias de la calle. Un vaso aplastado de McDonalds giraba conforme ésta señora iba moviendo su escoba.
"En Caracas lo que hay es un problema de educación. Si algún inepto no hubiera arrojado el vaso al piso, esta señora no tendría por qué estar limpiando la acera", pensé muy velozmente.
Todo sucedió en cuestión de segundos. La mujer que barría dejó de mover su escoba para tomar el cigarrillo que descansaba entre sus labios. Una bocanada de humo salió despedida hacia el viento enrarecido por los vapores oscuros de los tubos de escape de los autobuses.
Y entonces pasó lo que me temía, las manos de esta mujer -bellamente curtidas por el trabajo- enviaron el cigarrillo directamente al piso que ella misma acababa de limpiar.
Cambió la luz. El chofer arrancó. La rueda pisó la colilla. La mujer siguió barriendo en la dirección opuesta al cigarro que permanecía ahora destripado y aplastado en la calle.
"Definitivamente el rancho es mental", ese fue mi último pensamiento.
02 marzo 2007
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2 comentarios:
Llegué a tu blog porque el título del post me llamó la atención y de verdad te felicito por la simple reflexión pero directo al blanco... realmente lo que necesitamos es una lavandería mental.
Excelente!
Siempre lo he dicho.... el mal de Venezuela son los Venezolanos. Saludos.
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