23 diciembre 2006

Chuao divino

La primera vez que fuí a Chuao, fue en medio de un gran despecho, junto a un grupo de desconocidos y mi querido amigo Luis. Nos fuimos caminando desde Turmero, atravesando el Parque Henry Pittier, durante unas 17 horas de andar y descansar. Luego de ver durante muchas horas la espesura de la selva nublada, escuchar los gritos de los monos y esquivar profundas zanjas creadas por los riachuelos y múltiples telas de araña dignas de una película de terror, salimos a ese pequeño paraíso escondido en las costas de Aragua. Un par de meses después de eso no supe nada más de Luis, a quien recuerdo con muchísimo cariño.
Esta semana hice un re-descubrimiento de Chuao con mi querido Helge, y es que cada vez que voy experimento nuevas sensaciones y experiencias que enriquecen mi amor por ese lugar. Esta vez encontramos la playa casi sola, y volvimos a acampar al final de la bahía, exactamente donde sólo hay una palmeras enanas y muchos cactus, teníamos de vecinos a unos artesanos, entre ellos un francés y del otro lado unos ruidosos adolescentes que abandonaron el lugar tras el regaño de un pescador que les exigía silencio para poder dormir.
Otros vecinos a destacar: una multitud de cangrejos que nunca se vió molestada en su arduo trabajo de sacar arena de los hoyos en donde viven.
Estuvimos en el pueblo y la mayoría de las bodegas estaban cerradas, la iglesia tenía múltiples guirnaldas de colores y están construyendo un camino de verdad (finalmente después de eternos años con el camino de tierra) hacia el lado izquierdo de la iglesia, justo frente a la comisaría y al lugar donde venden el mejor pudín de chocolate que me he comido en mi vida. Nos bañamos en el pozo, con su agua helada y reconfortante e hicimos unas fotos a algunos frutos del cacao y a un vestuario completo de los autóctonos Diablos de Chuao que salen a danzar tradicionalmente todos los jueves de Corpus Christi.
En la playa, descubrimos que las mejores empanadas son las que vende una señora que está en el malecón, justo subiendo hacia el camino que va al pueblo, está en frente a una posada y desde su rancho tiene una envidiable vista al "estacionamiento" de peñeros en la salida del río hacia el mar. Las de pescado son deliciosas, las de queso ni hablar.
Más allá, en la playa y después de pasar el río, mucho después de los ranchos de los Chavez está el local de Israel, un restaurancito bien casero hecho de bambú y hojas de cocotero en donde uno se puede comer el mejor pescado (nos sirvió durante cuatro días una variedad de aguja que es como para morirse, con sus respectivos tostones y ensaladas. Lo mejor de Israel es la sonrisa con la que atiende y el café delicioso que hace su mamá (obsequio como final de nuestra suculenta comida). Para los que quieran rumbear de noche, Israel tiene un karaoke, y por supuesto mucha cerveza fría.
Otra cosa que me sorprendió fue un helado de coco que compramos en el malecón en un sitio muy pequeño identificado en el exterior con una cartulina fluorescente verde que dice "Los helados shaboshitos de Joshé", es como si comieras un coco helado mezclado con un néctar dulce, realmente inigualable.
Luego de varios días de sol esplendoroso, del griterío de las gaviotas y la incesante pesca de los pelícanos, una fuerte lluvia nos hizo regresar a Caracas antes de los previsto, para asegurar que el pan de jamón hecho por mi y por mi alemán, llegué perfecto a casa de mis padres el 24 de diciembre. Hoy vamos a comprar todo para amasar y hornear el tradicional pan y aprovecharemos para hacer una galletas y unos panes al estilo de los ancestros de Helge.
Anoche al llegar de Chuao, y al escoger cuál de las fotos que habíamos tomado debía ilustrar esta nota, recibí una llamada en mi celular: ¡total sorpresa! era mi amigo Luis que regresaba a Caracas luego de dos años viviendo en Barcelona, España, para pasar las navidades con su familia en Caracas. Sus gratas palabras de saludo fueron las siguientes: "¿recuerdas a quien te llevó a Chuao por la montaña?". Mil besos para él.

18 diciembre 2006

Venezuelan Xmas

"¡Me voy a la playa, no me importa nada! ¡Me voy a la playa, mientras tu trabajas!", así dice una canción de Circo Urbano, un grupo divertido de fusión que refleja mucho de lo que somos los venezolanos en tiempos de fiesta.
Hoy Helge y yo partimos hacia las costas aragüeñas, pero nada del ruidoso y alegre Choroní, sólo la divina y silente ruta del cacao, desde Chuao hasta Chuao, pasando por Chuao... el pueblo de mi vida.
Disfrutaremos de la Navidad a la venezolana. Mientras los amigos de Helge están congelándose en Alemania, rodeados de pinos con nieve, nosotros viviremos el sol, la arena, el cacao, el silencio de la bahía y la sonrisa de los pescadores que sinceramente no tienen igual.
Lo mejor del asunto es que no tendremos que ver cocoteros con lucecitas de colores, sino que esta Navidad será toda natural, la montaña, la cascada, el río y la plaza de Chuao, todo perfecto, estaré con mi Helge y a falta de luna llena disfrutaremos de la menguante...

17 diciembre 2006

El gusto es de Marta

Gracias a mi amiga Marta Elena por el hermosísimo comentario que hace de Autoktonus en su blog El Gusto es Mío. De verdad estoy encantada con disfrutar de este proceso catártico de escribir sin tener en cuenta líneas editoriales.
De mi blog me gusta el escribir del encuentro de dos mundos, del amor y del relax de escribir acerca de anécdotas. Me encanta que Marta haya capturado la complicidad que está implícita en mi propuesta, es un pedacito de mi, verdadero, desnudo, con sus luces y oscuridades.
Pero lo que más importa en este momento es lo que me gusta del blog de Marta, y es su particular estilo de hacer gastronomía sexy, y sobre todo chic, sin caer en lo vulgar, de verdad me fascina leerla, es ocurrente, picaresca y de una frescura muy consistente en sus opiniones. Marta además de ser mi amiga, es un personaje que admiro por su tenacidad, creatividad ¡y buen gusto!

El resto de las alabanzas me las reservo para decírselas en persona, durante una pronta noche de reunión junto a mi Helge y al querido Jeanrita (el hijo de Marta) compartiendo un delicioso vino, y un crujiente casabe con el exótico queso de turno.
P.D. Tomé prestadas sin permiso las brillantes bocas del blog de Marta para ilustrar este corto ítem de intimidades.

Burger King vs. Mc Donalds

La competencia entre estos dos monstruos de la comida "rápida" es sin duda impresionante. Esta semana Helge y yo tuvimos la dicha (o desdicha) de comparar.
Fuimos a comer hace 30 minutos a la feria de Beco en Chacaíto, estaba antojada de comerme un perro caliente pero al llegar al sitio donde generalmente los compro me encontré que, ya no había disponibilidad de este manjar callejero para satisfacer mis deseos digestivos. Helge extrañamente decidió no comer en Pollo Graduado, y optamos por compartir dos gigantescas hamburguesas de esas que están magníficamente fotografiadas en el menú de Burger King (y que como toda publicidad, incluída la de Mc Donalds, se aleja de la verdadera forma de existencia del producto en cuestión).
Luego de decicidir entre la múltiple oferta de combos, nos dedicamos a esperar para hacer nuestro pedido y cancelar en la caja.
La chica que atendía en nuestra fila se fue a hacer unas hamburguesas, la joven de la otra caja decidió dedicarse a cuerpo y tiempo completo a verificar que el pedido de una persona estuviera acertado (después de que la supervisora ya lo había revisado)...
Esperamos, esperamos, esperamos... (Tic-tac, tic-tac)...
Finalmente puse cara de pocos amigos y dije "por favor un combo 9" con Coca Cola y aros de cebolla.
-"No hay aros de cebolla".
-"OK no importa".
Luego pedí el Combo Salvaje que estaba en promoción y que ya saboreaba Helge en su imaginación...

-"No hay", dijo la cajera, "solo combos 1, 4 y 9"...
-"OK, que sea otro 9", respondí.
A la hora de salir el pedido le digo a la chica "por favor me puedes dar...".
-"¡No hay mayonesa!", adelantó.
-"...Un poco de mostaza es lo que quiero"... y listo, salimos con nuestra bandeja dispuestos a devorar esas gigantescas hamburguesas, que creo no son de Hamburgo, sino más "gringas" que el Tío Sam, (pero así somos los venezolanos, sincréticos hasta la médula, de hecho creo que a estas alturas podríamos decir que la hamburguesa es más venezolana que la arepa).
Pero después del dilema de la negación (del "No hay ná'") descubrimos que la Coca Cola no tenía gas... Helge las fue a cambiar, regresó con dos Coca Cola nuevas y ¡sorpresa! tampoco tenían gas. El insistente alemán volvió a la barra a solicitar reemplazo por lo que habíamos pagado.
-"Es que la máquina está dañada"...
-"¿Y por qué venden algo así entonces?, por favor dos botellas de agua mineral".

Cuando Helge regresó a la mesa ya yo había acabado con las papitas y mi hamburguesa, y nada de aquello de soñar con Coca Cola... (pero mejor así, el agua es definitivamente elixir para dioses).

Helge y yo, a principios de semana, y bajo una llovizna extrañísima fuimos a desayunar en Mc Donalds, ese que está en Chacaíto también justo frente a Beco.
Helge pidió un café negro grande, y un pan con queso y tocineta. Yo me conformé con un jugo de duraznos. (Ya estando en la mesa) upps! el café era con leche, y luego de ir a cambiarlo y de Helge haber mordido su pan... upps! tampoco tenía tocineta. Mi jugo afortunadamente era de duraznos, o por lo menos parecía agua con sabor lejano a duraznos. Un remojado de duraznos como decía cuando era adolescente.
¡Ohh Mc Donalds, nada que envidiarle a Burger King, dos pedidos errados de tres solicitados!
Moraleja: Si se quiere comer bien hay que comer en casa, es más nutritivo, más sano y uno puede estar seguro completamente de la calidad del producto y del servicio, ese del que adolecemos los venezolanos en la calle, ese que al faltar no nos deja convertirnos en una potencia turística, ese servicio que todos ansiamos y que estamos aún tan lejanos de alcanzar.
Pero yo definitivamente entre Burker King y Mc Donalds, ¡me quedó con ninguno!

07 diciembre 2006

Bienvenido Nikolaus

Ayer fue un día súper acontecido. Además de haber sido la fecha de nacimiento de Autoktonus y me encuentro, por ello, tan feliz como una mujer recién dada a luz, hubo ciertos acontecimientos que sacudieron mi propia existencia. Entre ellos que, anoche que fui a visitar a mi amiga Marta (del blog El Gusto es Mío, vale la propaganda, es buenísimo), nos movimos dos pasos justo cuando cayó un vidrio de un apartamento y se rompió tras nosotras. No saben cómo valoro la vida ahora, es como un brote de pino en la nieve. Uno no sabe cuándo, sólo basta un instante para morir.
Muy temprano Helge me hizo el siguiente comentario "anoche limpié mis zapatos", mi pensamiento enseguida fue el siguiente "??????".... luego añadió mi querido alemán "y no encontré nada en ellos". Mi cerebro buscó en sus archivos rápidamente "Ohh... ¡Insight!, ¡diablos!" y exclamé "¡se me olvidó!". Me reclamé mil veces cómo había podido olvidar que Helge, unas semanas antes me había comentado que la noche del 5 de diciembre comienza la Navidad para los alemanes, "es Nikolaus" había dicho... y yo, distraída, mala novia, lo olvidé. Traté de enmendarme entonces y después de una fugaz investigación en internet, me enteré que el sentido de la celebración consiste en que Nikolaus (San Nicolás para nosotros) y su ayudante, visitan esa noche cada hogar para dejar dulces, manzanas y nueces a los niños que se han portado bien en el año, como garantía de que recibirán sus regalos correspondientes la noche de Navidad. Imaginen entonces lo que pasa con los niños que se han portado mal. Recordé aquello del "carbón y ramas secas" que usan los españoles para el día de Reyes... Me sentí peor.
Entonces salí a mediodía de la oficina como un bólido para comprar mashmellows, dulces y gomitas para contentar a mi querido novio e iniciar el festejo navideño. La apertura y vaciado rápido de la bolsa de mashmellows me dejó completamente satisfecha.
Entonces me di cuenta de otra cosa. Simplemente no recordé la fecha porque no es costumbre venezolana festejar nada el día 5 de diciembre, pero ahora tengo que anexarla a mi propio calendario familiar puesto que planeo vivir con Helge hasta el último de mis días. Así que por primera vez en mi vida, ¡Bienvenido Nikolaus!

05 diciembre 2006

Génesis

Al principio creé un blog llamado "Ditirambos", escribí un post y ví que era bueno. Pero eso sucedió hace como dos años y el ritmo propio de esta ciudad combinado con mi personalidad exigente e intranquila me hizo olvidar por completo la aventura que me había planteado en esa oportunidad.
Evidentemente no cumplí con el mandato divino de descansar al séptimo día. Me tomé esas largas vacaciones de años, para dejarme seducir de nuevo por estos medios de expresión particulares que se leen de arriba a abajo y que luego hay que remontar de nuevo para poder leer la publicación más reciente, y otra vez mover la lectura al ritmo de la fuerza de gravedad.
Sinceramente el blog en sí mismo, como sujeto, es divertido, como un juego en una escalera, comprometido por su carácter público, reconfortante porque es un objeto virtual catártico que bien podría asemejarse a un diario en el que los tachones y los borrones nunca podrán ser vistos.
En fin, aquí estoy de nuevo en este universo con idioma y ritmo de vida propio -incomprendido por unos, exclusivo para otros- que ha vuelto a atraparme con sus tentáculos bajo la promesa de nunca más dejarme escapar.
Las razones de Autoktonus remiten a varias cosas: A un juego de letras que un día inicié con la palabra "autóctono", la cual vió luz en mi cerebro hace tres meses mientras rumiaba una idea para hacer mi tesis de licenciatura en filosofía (la cual por cierto, no he definido aún). Le añadí una pizca de griego y de latín, le quité el acento tan típico del francés y el español, soñé con indígenas, tucanes, cestas de fibra y casabe... con colores de piel. Entonces mezclé todo y creé.
Esta palabra, "autóctono", un desliz de imágenes en mi misma que en su inicio quiso mostrar lo que es propio de mi región nativa, tomó un nuevo rumbo y un nuevo significado para convertirse en Autoktonus.
Mi novio, un alemán puro con todas las de la ley, de ojos azules, piel muy blanca y cabellos rubios lisos contrasta a plenitud con mi propia imagen. Según lo que el espejo me dicta soy producto de ese sincretismo que dio vida al pueblo latinoamericano. Mis ojos son tan marrones que parecen negros, mi piel es tostada y propia de los indígenas de la zona ecuatorial, pero tengo pecas que seguramente heredé de algún ancestro europeo, mi cabello rizado tiene más que ver con el fenotipo propio de las tierras africanas.
En fin, él y yo, juntos, somos como una valla de Benetton... de esa manera me percaté que somos nuevamente un reencuentro de mundos, repetimos día tras día ese proceso de interdescubrimiento iniciado allá por las épocas de Colón.
De esto se trata Autoktonus (con esa k propia de las palabras de esos dialectos de nuestros indígenas que deberíamos aprender y comprender), de una experiencia de redescubrimiento cultural, de lo que es propio de mi tierra venezolana, de la tierra colombiana de mis padres, de las tierras europeas y africanas de mis ancestros, de mi encuentro con lo que es propio de la tierra de mi amado compañero, Helge, que finalmente resulta siendo todo lo mismo, proveniente del suelo de nuestro planeta, el mismo para todos pero a la vez distinto para cada uno de los seres humanos.
Por los momentos no pondré fotos, y la razón consiste en que simplemente soy una ignorante en esto de los blogs y aún no las sé subir. Cuando descubra ese importante enigma pues integraré gráficas que tengan que ver con Autoktonus, imágenes que finalmente podrán tratar de todo o podrán versar de nada. Lo último que debo destacar es que Autoktonus está vestido de verde con chispas de tonos tierra como un tributo ecológico al planeta en el cual vivimos. Aquí escribo yo, Mónica. Helge aporta ideas mientras me acompaña sentado en otra computadora, seguramente jugando un poco de Ultima Online.