06 febrero 2007

De Cúcuta pa´ Mérida

Ver la concha con nieve desde la ciudad de Mérida no tiene precio. Recuerdo que hace años había que levantarse bien temprano para poder divisar los picos repletos de nieve antes de que las nubes cubrieran a las cinco águilas blancas de los curiosos ojos humanos. Sin embargo por todo aquel cuento del calentamiento global pude hacer esta fotografía como a eso de las 2 de la tarde desde el zoológico de Los Chorros de Milla... y sólo queda ese poquitico de nieve. Me dice mi amiga Adriana que ahora sólo caen unas pocas nevadas al año, además pobré en carne propia que en las noches el clima en la ciudad se asemeja muchísimo al caraqueño.
Pero echaré el cuento desde el principio, Helge y yo iniciamos nuestra travesía de Cúcuta a San Antonio como a eso de las 10 de la mañana. El hombre del hotel nos dijo que tomaramos un bus en la esquina y que este nos llevaba hasta el DAS... oh sorpresa, nos llevó hasta otro DAS que no era el de la frontera, en fin habíamos rodado casi una hora y estábamos en el polo opuesto al cual nos queríamos dirigir.
Total que tuvimos que tomar un taxi, pero por 10 mil pesos el señor nos fue mostrando todo lo que topamos a nuestro paso, incluyendo la casa de Santander y la iglesia en ruinas -gracias a un terremoto de hace unos siglos-, que están muy cerca de la frontera. Al llegar al DAS hicimos nuestro papeleo, y cruzamos el puente comiendo caramelos de menta.
En ese punto en el que no sabes si estás en Venezuela o Colombia hicimos unas fotos... mucho tráfico, muchos taxistas y un hermoso camino adornado con bustos de próceres de lado y lado (luego les muestro las fotos). Pasamos por la aduana, fuimos a sellar en la Diex y nos tomamos dos cervezas heladísimas en una taguarita típica de pueblo, oyendo vallenatos y reggaeton, junto a unos cuantos ancianos que disfrutaban de una caliente sopa casera. ¡Y nosotros con ese calorón!
Fuimos en taxi hasta el terminal y nos dijeron que teníamos que ir hasta la PTJ para tomar un autobús para ir hasta San Cristóbal porque los autobuses para Mérida salen desde el terminal a las 12 del mediodía y a las 5 de la tarde, y en ese momento nuestro reloj marcaba las 12:30.
Un taxista se ofreció a llevarnos hasta San Cristobal en una hora y media y para no perder más tiempo decidimos irnos con él. Nos paseó por todos esos poblados hermosos del estado Táchira en el que abundan las vacas, las gallinas, los inmensos prados verdes y algunos pinos. Helge aún se pregunta cómo podemos tener pinos en Venezuela. Pasamos por Apartaderos y por Capacho Viejo que fue uno de los que más me gustó.
Llegamos a San Cristóbal a las 2 de la tarde y agarramos un autobus para Mérida que salía a las 4... lo demás fue vallenatos, rancheras y reggaeton hasta entrar a Mérida a las 9:30 de la noche. Ejido dejó de ser un pueblito para ser un pichón de ciudad, tiene un terminal enorme que parece una base alienígena muy iluminada. No me lo podía creer.
Al llegar a La Mara, me perdí. La cosa cambió tanto en cinco años que no sabía por qué calle debía bajar para llegar hasta la casa de mi amiga. En fin, hasta un caballo negro amarrado a un árbol nos topamos en ese camino oscuro y solitario, ¡buen susto! jejeje.
Al día siguiente al salir el sol nos dimos cuenta de los grandes cambios en Mérida, talaron tooooodos los árboles gigantescos que estaban en la calle de La Mara hacia Las Tapias para ampliar la vía y hacer el trolebus (allá le dicen el "problebus"), que es una copia exacta del transmilenio de Bogotá. Ahora sólo funciona entre Las Tapias y Ejido, sin paradas intermedias. El resto es una inmensa vía rota, raspada y repleta de piedras hasta llegar al centro, un polvorín que da demasiada tristeza, dicen que puedes durar hasta dos horas yendo de Ejido a La Hechicera, una verdadera desgracia. Pero bueno, la falta de planificación siempre ha sido un gran defecto en la mayoría de nuestros gobiernos.
Mérida es mucho más caliente, y por ello ahora puedes ver los picos con un poquitico de nieve desde la ciudad a cualquier hora del día. Helge se dio gusto haciendo fotos de las casas para enviárselas a su padre que es arquitecto y vive en Alemania.
Luego fuimos al zoo en Milla y por primera vez vi un oso frontino, son una belleza pero... lo tienen solo, es una maldad que un animal en peligro de extinción esté sólo y cautivo, deberían buscarle compañía a ver si lograr reproducirse. Lo mismo pasa con casi todos los animales grandes: un camello, un jaguar, un león, un cóndor de los andes -también en extinción-... están solos y en unos espacios chiquiticos -aunque muy limpios- que dan ganas de llorar. Llegamos a la hora del burro así que casi todos estaban durmiendo en sus jaulas, podrán ver la modorra en las fotos.
Después fuimos al centro y caminamos por la Plaza Bolívar, la Catedral, el Boulevard de Los Pintores y de ahí al sur para comer. La Plaza Chaplin al norte no está bonita, y la heladería La Coromoto que Helge quería conocer estaba cerrada aunque era domingo a las 4 de la tarde y el letrero en su puerta decía que a esa hora estaban abiertos. En fin, el paseo corto fue reconfortante, feliz para Helge que quedó enamorado de Mérida, pero triste para mi: el estado de una de mis ciudades favoritas es lastimoso, y algo en mi nariz apunta a pura negligencia. Espero que la próxima vez las cosas estén mejores, en beneficio de los merideños y también de los turistas, no merecemos perder a nuestra Mérida amada.

1 comentario:

Benedetto dijo...

Mèrida tiene esa magia para hacernos sentir fuera de este mundo, verdad?

He estado dos veces en estos hermosos parajes; y cada vez que he estado, me he sentido en una Venezuela absolutamente virtual, diferente a la que siento en Caracas.

Es cierto, tiene problemas; deficiencias; cambios lamentables en su clima y morfologìa; pero... sigue siendo el espacio aquel, que algùn dìa espero; ya muy mayor me acoja como buen hijo; y me permita envejecer comiendo fresas y moras.

Ese lugar hermoso que me permita oxigenar mis viejos pulmones con paz y tranquilidad; con verdes y frescos eternos...


:D