La primera vez que fuí a Chuao, fue en medio de un gran despecho, junto a un grupo de desconocidos y mi querido amigo Luis. Nos fuimos caminando desde Turmero, atravesando el Parque Henry Pittier, durante unas 17 horas de andar y descansar. Luego de ver durante muchas horas la espesura de la selva nublada, escuchar los gritos de los monos y esquivar profundas zanjas creadas por los riachuelos y múltiples telas de araña dignas de una película de terror, salimos a ese pequeño paraíso escondido en las costas de Aragua. Un par de meses después de eso no supe nada más de Luis, a quien recuerdo con muchísimo cariño.
Esta semana hice un re-descubrimiento de Chuao con mi querido Helge, y es que cada vez que voy experimento nuevas sensaciones y experiencias que enriquecen mi amor por ese lugar. Esta vez encontramos la playa casi sola, y volvimos a acampar al final de la bahía, exactamente donde sólo hay una palmeras enanas y muchos cactus, teníamos de vecinos a unos artesanos, entre ellos un francés y del otro lado unos ruidosos adolescentes que abandonaron el lugar tras el regaño de un pescador que les exigía silencio para poder dormir.
Otros vecinos a destacar: una multitud de cangrejos que nunca se vió molestada en su arduo trabajo de sacar arena de los hoyos en donde viven.
Estuvimos en el pueblo y la mayoría de las bodegas estaban cerradas, la iglesia tenía múltiples guirnaldas de colores y están construyendo un camino de verdad (finalmente después de eternos años con el camino de tierra) hacia el lado izquierdo de la iglesia, justo frente a la comisaría y al lugar donde venden el mejor pudín de chocolate que me he comido en mi vida. Nos bañamos en el pozo, con su agua helada y reconfortante e hicimos unas fotos a algunos frutos del cacao y a un vestuario completo de los autóctonos Diablos de Chuao que salen a danzar tradicionalmente todos los jueves de Corpus Christi.
En la playa, descubrimos que las mejores empanadas son las que vende una señora que está en el malecón, justo subiendo hacia el camino que va al pueblo, está en frente a una posada y desde su rancho tiene una envidiable vista al "estacionamiento" de peñeros en la salida del río hacia el mar. Las de pescado son deliciosas, las de queso ni hablar.
Más allá, en la playa y después de pasar el río, mucho después de los ranchos de los Chavez está el local de Israel, un restaurancito bien casero hecho de bambú y hojas de cocotero en donde uno se puede comer el mejor pescado (nos sirvió durante cuatro días una variedad de aguja que es como para morirse, con sus respectivos tostones y ensaladas. Lo mejor de Israel es la sonrisa con la que atiende y el café delicioso que hace su mamá (obsequio como final de nuestra suculenta comida). Para los que quieran rumbear de noche, Israel tiene un karaoke, y por supuesto mucha cerveza fría.
Otra cosa que me sorprendió fue un helado de coco que compramos en el malecón en un sitio muy pequeño identificado en el exterior con una cartulina fluorescente verde que dice "Los helados shaboshitos de Joshé", es como si comieras un coco helado mezclado con un néctar dulce, realmente inigualable.
Luego de varios días de sol esplendoroso, del griterío de las gaviotas y la incesante pesca de los pelícanos, una fuerte lluvia nos hizo regresar a Caracas antes de los previsto, para asegurar que el pan de jamón hecho por mi y por mi alemán, llegué perfecto a casa de mis padres el 24 de diciembre. Hoy vamos a comprar todo para amasar y hornear el tradicional pan y aprovecharemos para hacer una galletas y unos panes al estilo de los ancestros de Helge.
Anoche al llegar de Chuao, y al escoger cuál de las fotos que habíamos tomado debía ilustrar esta nota, recibí una llamada en mi celular: ¡total sorpresa! era mi amigo Luis que regresaba a Caracas luego de dos años viviendo en Barcelona, España, para pasar las navidades con su familia en Caracas. Sus gratas palabras de saludo fueron las siguientes: "¿recuerdas a quien te llevó a Chuao por la montaña?". Mil besos para él.
23 diciembre 2006
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3 comentarios:
Wow! q divino... esperamos las otras fotos!
monique! en espera de tus tratados amorosos!
¡Complacida Marta!
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