14 enero 2007

Sin caparazón

Abrí los ojos, me desperecé, bebí café y salí a la calle... Encontré una ciudad sin ruidos molestos, sin el tráfico cotidiano, limpia, verde, como la Caracas de mis ancestros, con los capachos floreados y muy al fondo entre el conversar de la gente se escucha la bulla de los azulejos, de los arrendajos, de los torditos, de los canarios de tejado. Caminé sin temor, segura, sin encontrar dolores en las aceras, sin ver mendigos hambrientos, ni niños sucios con ropas ruídas. La incipiente felicidad me hizo continuar la búsqueda de un periódico que confirmara esta novedad urbana que se presentaba ante mis ojos y que no vivía personalmente desde hace una década en la capital. Pero por más que andé, mi búsqueda se hizo infructuosa. Entretanto escuché un susurro suave a mi oído con acento germano: "...Mónica, Mónica...". Abrí los ojos, me desperecé, bebí café y salí a la calle... ¡Vaya sueño, vaya hermosa utopía!

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