01 noviembre 2010

Fiesta calabaza

Mi acercamiento al Halloween no había sido más que ver muchas películas de Tim Burton, y disfrutar las pinatas que mis padres nos organizaban a mi hermano y a mi (cumplimos con dos semanas de diferencia) en la infancia: calabazas y mucho color naranja.
El Halloween este anio nos agarró en Bogotá, un lug
ar donde parecen volverse locos con tal celebración (además en la misma fecha celebran el día de los ninos): ediciones de caramelos en forma de fantasmas, accesorios para convertirse en un ser distinto, espantapájaros en las puertas de las casas, aranas colgando de los techos, fantasmas ondeando al viento...
Además, era domingo, y eso coincidió con la apertura de la ciclovía en la carrera séptima, así que entre bicicletas y globos nos fuimos a ver cómo los ninos recibían caramelos tras cantar una minitonada... incluso los buhoneros les daban dulces. Eso me encantó.
Disfraces hubo a montón, y un desfile infantil con motivo del bicentenario ter
minó de llenar la fiesta de color. En la noche cenamos momias (hechas con salchichas, pasta y tiritas de queso), hubo pequenas dosis de caramelos y chocolates, y una buena cepillada con dentrífico sin fluor para, obviamente, evitar la aparición de monstruos horrendos en los dientes de mi hijo...

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