Estuve unos días desaparecida del mundo virtual. La razón fue un viaje fugaz que mi novio y yo emprendimos hacia Los Andes durante este fin de semana. El destino nos llevó en autobús, con mochila y sin sleeping bags por la siguiente ruta: Caracas-San Antonio del Táchira-Cúcuta-San Antonio del Táchira-San Cristóbal-Mérida-Caracas. Lo mejor del asunto es que lo hicimos en sólo tres días... ¡hasta a mí me cuesta creerlo!
En fin, lo más sabroso del asunto fue disfrutar de esos verdores, de esa frescura y de ese aire medio-puro que todavía puede respirarse por aquellos lares. El contacto con las montañas, la fauna silvestre y la gente más bella de Sudamérica de verdad que es insuperable. El viaje, corto tanto en tiempo como en presupuesto, tuvo su cumbre en Mérida, donde Helge tomó esta foto que ilustra mi nota. En próximos post echaré el cuento de nuestros amores con la naturaleza más alta de Venezuela, el paso a pie por la frontera y la experiencia de encontrarse en nuevas ciudades desnudas ante nuestros ojos. Todavía tenemos sueño y el cansancio pegado a la piel, pero sinceramente esa es la forma en la que me encanta moverme por este universo, improvisado, con poco equipaje y con las ganas a millón de disfrutar de la sencillez de cada uno de esos detalles que se presentan ante cada uno de mis sentidos.
30 enero 2007
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