Este es Max. Pongo el único fotograma en el que el muchachito se dejò ver un poquito la cara (de perfil), se tapaba con las manos y se daba la vuelta dàndole la espalda al mèdico que me hacía el ecosonograma... todo un rebelde.
Este fue el primer eco 3D que me hicieron ya un par de meses atrás, fue cuando nos enteramos que era un niño y hasta entonces no tenía nombre.
Después de montones de nombres vistos y sugeridos, Max salió triunfante. Lo más cómico del asunto es que cuando le pregunté a Helge si le gustaba el nombre "Max", me dijo que sí y en tono de gracia dijo que podíamos ponerle Max Moritz en alusión a una caricatura viejísima alemana (Max und Moritz, dos niños en extremo traviesos, en el link pueden leerlo en alemán y en inglés) que es muy famosa por aquellos lares.
Pero no, este muchachito se llama Max y de segundo nombre lleva el de su padre (los alemanes no tienen segundos nombres ni segundos apellidos). Si pega o no Max Helge pues no me importa, ese es el nombre que lleva y más ná.
Complacidos los que me pidieron una fotito del eco para conocerle.
23 marzo 2008
03 marzo 2008
Utopías divinas
La semana pasada estuve tres días de reposo. El estrés por mil cosas y los malestares propios del embarazo hicieron una mala jugada con mis defensas y me dio un gripón de padre y señor nuestro. Además, tengo la tensión alta.
Hoy cuando abrí los ojos, el ya deshecho mundo en el que me ha tocado crecer, amaneció más convulsionado que de costumbre. Cuando era adolescente siempre me aferré a esa utopía de ver crecer a mis hijos en un ambiente de libertad y armonía, con el que creo que alguna vez hemos soñado todos los seres humanos.
Recordé muchas canciones de Los Fabulosos Cadillacs, Mano Negra, Desorden Público y quién sabe cuantas bandas y cantantes más (y de cómo bailaba despreocupadamente con mis amigos, brindando con una cerveza fría).
Hoy, amaneció nublado y aunque la gente en la calle sigue en su tránsito perenne se nota una especie de disgusto, de preocupación, incluso de temor. Volví a pensar en todos aquellos ideales que me dieron tanta energía para vivir. Hoy escribo por mi hijo pronto a nacer, porque él y todos merecemos vivir en un mundo libre, pacífico y armonioso, porque las guerras no tienen sentido alguno. Que ellas, con su maligno avanzar empujan a uno haciendo caer al otro... total, todos estamos en el mismo terreno, al borde del mismo abismo. Si todos nos brindamos soporte, jamás caeremos como piezas de dominó.
Hoy cuando siento aires de guerra que empañan mi viento fértil, vuelvo a pedirle a Dios que brinde lucidez a quienes tienen el poder en sus manos... o en su defecto, que suelte su mano vengadora sobre quienes pretenden hacerle daño a los inocentes.
Hoy cuando abrí los ojos, el ya deshecho mundo en el que me ha tocado crecer, amaneció más convulsionado que de costumbre. Cuando era adolescente siempre me aferré a esa utopía de ver crecer a mis hijos en un ambiente de libertad y armonía, con el que creo que alguna vez hemos soñado todos los seres humanos.
Recordé muchas canciones de Los Fabulosos Cadillacs, Mano Negra, Desorden Público y quién sabe cuantas bandas y cantantes más (y de cómo bailaba despreocupadamente con mis amigos, brindando con una cerveza fría).
Hoy, amaneció nublado y aunque la gente en la calle sigue en su tránsito perenne se nota una especie de disgusto, de preocupación, incluso de temor. Volví a pensar en todos aquellos ideales que me dieron tanta energía para vivir. Hoy escribo por mi hijo pronto a nacer, porque él y todos merecemos vivir en un mundo libre, pacífico y armonioso, porque las guerras no tienen sentido alguno. Que ellas, con su maligno avanzar empujan a uno haciendo caer al otro... total, todos estamos en el mismo terreno, al borde del mismo abismo. Si todos nos brindamos soporte, jamás caeremos como piezas de dominó.
Hoy cuando siento aires de guerra que empañan mi viento fértil, vuelvo a pedirle a Dios que brinde lucidez a quienes tienen el poder en sus manos... o en su defecto, que suelte su mano vengadora sobre quienes pretenden hacerle daño a los inocentes.
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